Noticia Diario de Avila
En el transcurso de las
obras que se están llevando a cabo en diversos puntos del casco
histórico de Arévalo con el fin de soterrar seis contenedores de
residuos, se ha efectuado una labor paralela de seguimiento
arqueológico. Se trataba de puntos con potencialidad en cuanto a la
aparición de restos que pudieran ser de interés por lo que resultaba
preceptiva su realización, ya que los contenedores que se quiere
soterrar se encuentran en el casco histórico de la ciudad. Estas labores
arqueológicas han sido llevadas a cabo por la empresa abulense
Castellum S.Coop. y sufragadas por el Ayuntamiento dentro del conjunto
de la actuación.
De los seis puntos en los que se instalarán los contenedores, sólo en
dos ha habido resultados más llamativos ya que los restantes se han
abierto en zonas que, desde hace siglos, son de paso, sin ocupación
habitacional.
Según nos ha manifestado el arqueólogo Jorge Díaz de la Torre, que ha
realizado las excavaciones, «lo más notable de lo aparecido en estos
trabajos fue lo registrado en la zona abierta en las inmediaciones del
muro norte de la iglesia de Santo Domingo. Allí pudieron excavarse con
detenimiento hasta siete tumbas que habían sido abiertas sobre el
terreno natural. Lamentablemente, hace unas décadas se había abierto una
zanja que destruyó parcialmente estas inhumaciones por lo que no han
podido ser reconocidas en toda su traza.
Destacaba una de las tumbas que correspondía a las denominadas
«antropomorfas» queriendo decir esto que se había tallado una suerte de
«cajón» cuadrangular para encajar la cabeza del difunto así como la
forma de los hombros.
Siguiendo la norma medieval cristiana de enterrarse bien en el interior
de un templo bien en su exterior pero nunca más allá de 60 pasos, estas
tumbas se disponían alineadas de este a oeste (el difunto debía mirar
hacia Tierra Santa) y presentaban un buen estado aparte de los daños
antedichos. Cabe decir lo mismo de los restos óseos que serán estudiados
y depositados en el Museo Provincial con el fin de que queden a
disposición de futuras investigaciones.»
Recordemos que el cementerio norte de la parroquia de Santo Domingo se
extendería hasta el foso de las murallas en lo que hoy es la Plazuela de
Santo Domingo.
«Aparte de estas tumbas medievales, en uno de los emplazamientos de
contenedores (se han instalado dos) en la Plaza del Arrabal, se pudo
reconocer un antiguo pavimento de codones (cantos rodados) que hubo de
cubrir este espacio público en el pasado. El actual adoquinado
correspondería a cuando aún esta plaza estaba atravesada por la
carretera de A Coruña, antes de la construcción de la autovía y este
suelo sería anterior aunque no muy antiguo ya que las conducciones de
agua, discurrían bajo él. Por tanto, cabe pensar que hubo diferentes
suelos y reparaciones de éstos siguiendo este modelo tan endémico de
encanchados de cantos rodados.»
Aún a mediados del s. XX existía una cuadrilla de empedradores que
continuamente estaba reparando los antiguos pavimentos, aspecto éste que
concuerda con el hallazgo. A partir de esas fechas se realizó un
sistemático empedrado de granito irregular que en algunos puntos perdura
aún.
Y es que el subsuelo de la capital morañega sigue siendo una fuente
inagotable de restos que nos demuestran el rico pasado de la ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario